El Gato

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El gato es el oyente silencioso, nos trae el mensaje del hablar y el callar y también el verdadero escuchar que tiene mucha relación con el uso que haces del hablar y el callar.

Los vegetales respiran pero como su estado de conciencia es in­consciente, son silenciosos. En cambio los animales aprovechan la respiración para emitir sonidos y expresar así su vida anímica, su alma que siente. Pero los humanos vamos un paso más allá: le añadimos un contenido. Con el don de la palabra no solo expresamos emotivi­dad, expresamos la idea. Los humanos poseemos la capacidad del calor de la con­versación. Ese es el carácter sagrado del lenguaje que hace posible abrir una puerta entre dos conciencias que en apariencia está cerrada. Es lo que más las acerca: el comprender silencioso.

El mensaje que te trae un gato es que practiques el arte de escu­char con tus semejantes que implica crear un espacio silencioso en tu conciencia para ver el interior de ese ser humano. Escuchar lo que expresa y lo que calla, con el fin de comprender su punto de vista con sus cualidades y sus retos, acallan­do tus prejuicios, tu crítica o tu propia respuesta, acallando el propio pensamiento y abriendo totalmente el corazón, ya que todos poseen un pequeño trocito de verdad, una porción de información o sabiduría de lo que la vida es que completa el puzle de la de los demás. Eso conlleva humildad y flexibilidad, deshaces tus rigideces mentales cuando escuchas con tu alma la verdad de lo que los demás tienen que decir.

El gato comparte nuestro hogar y entabla vínculos con noso­tros pero no obedece ni una sola orden. Ni es dependiente, ni excesivamente desapegado. Siempre vuelve después de sus aventuras y expresa ese vínculo con todo su cuerpo, con su escucha activa. Es una forma independiente de expresar el cariño. Todo su cuerpo es un órgano sensitivo, percibe el medio en el que se mueve con la sensibilidad de su pelo; por eso odia el agua, pierde un sentido muy importante para él. Por tanto, posee un amplísimo sentido del tacto. Y simbólicamente entre nosotros, ¿qué es el tacto? No dañar con las palabras. El gato escucha con todo su cuerpo, con la expresión corporal de atención centrada, con sus ojos redondos abiertos, sus orejas clavadas y un silencio hierático, pétreo, completamente está­tico. Está diciéndote: «Escucha con todo tu cuerpo, adopta la misma pose y tono de voz que tu interlocutor. Expresa con tu cuerpo lo mismo que el otro está expresando y así lo acompañas, se siente escuchado y lo que es más importante, se sien­te comprendido, en sintonía con otro ser humano». Le estás diciendo: «Yo sí te comprendo, adelante compréndete tú». Sé un espejo donde el otro se refleja en ti de forma natural, como un gato que expresa el cariño con el tacto y una tranquila atención mientras acalla sus propias emociones, con inmóvil paciencia y apa­cible silencio.

El gato también nos dice que no hace falta contar todo lo que uno sabe, también te muestra esta verdad: no hables de tu intimidad espiritual, no cuentes a los que no pueden acoger en su alma de una forma reverencial el misterio de las señales que recibes o tu vínculo con lo natural pues la palabra no es la verdad, solo la indica y si describes un fenómeno que recibes en lenguaje simbólico, como un sueño o una visión, con las palabras habituales que son pobres, no formuladas para expresar cosas con tantos matices, se pierde una gran parte del significado y el hecho pasa a parecer más bien una alucinación, algo ridículo. Así pues comparte esa parte de tu vida solamente si vas con ello a hacer un bien. El gato te dice: «No seas esclavo de tus palabras, sé mejor dueño de tus silencios». Porque solo serás merecedor de la luz vibrante de la conciencia que recibes si cierras tu boca. Así no te dejas influir por el es­cepticismo de los demás y no pierdes tu poder. Así muestras que se puede confiar en ti y recibes más secretos y más mensajes.

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